La susceptibilidad del hormigón a la absorción de agua se debe a la acción capilar dentro de los poros de su pasta de hormigón hidratada. Esta acción atrae el agua hacia el interior, lo que crea la necesidad de aditivos impermeabilizantes para evitar dicha penetración. La eficacia de estos aditivos depende de la presión del agua, con variaciones que surgen de diferentes condiciones como la lluvia, la elevación capilar o la presión hidrostática en estructuras destinadas a retener agua.
Los aditivos impermeabilizantes hacen que el hormigón sea hidrófobo, repele el agua y alteran la interacción entre el agua y las paredes capilares. Entre las sustancias más comunes que se utilizan en estos aditivos se encuentran el ácido esteárico y ciertas grasas derivadas de plantas y animales.
Se distingue claramente entre los aditivos impermeabilizantes, que se incorporan a la mezcla de hormigón, y los hidrofugantes, que son resinas de silicona que se aplican sobre la superficie. Además, existen las membranas impermeabilizantes, que son revestimientos bituminosos que forman una película elástica sobre el hormigón.
La presencia de bacterias, hongos o insectos puede ser perjudicial para el hormigón, provocando corrosión del acero y manchas en la superficie. Dada la textura rugosa del hormigón, los métodos de limpieza tradicionales son ineficaces y requieren una mezcla dentro del hormigón que es letal para estos organismos. Estos aditivos, como fenoles polihalogenados, emulsiones de dieldrina y compuestos de cobre, pueden ser antibacterianos, fungicidas o insecticidas y se mezclan con el hormigón para protegerlo contra amenazas biológicas.
Del capítulo 9:
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