Los fármacos depresores, entre ellos el alcohol y los sedantes-hipnóticos, disminuyen la actividad del sistema nervioso central al potenciar la acción del ácido gamma-aminobutírico (GABA), un neurotransmisor que reduce la actividad cerebral y favorece la relajación. Estas sustancias pueden tener diversos usos terapéuticos, pero también entrañan riesgos importantes, sobre todo cuando se utilizan de forma indebida o combinadas.
El alcohol es un depresor común que puede inducir una sensación de relajación y reducción de la inhibición en dosis bajas. Contrariamente a su caracterización errónea ocasional como estimulante, el alcohol altera el juicio y la coordinación motora a medida que aumenta el consumo. Este deterioro es resultado de sus efectos depresivos sobre el sistema nervioso central, que ralentizan la actividad cerebral y afectan las funciones cognitivas y motoras.
Los hipnóticos sedantes, una categoría que incluye barbitúricos y tranquilizantes, se emplean para calmar a las personas o inducir el sueño. Los barbitúricos reducen la actividad del sistema nervioso central, lo que conduce a un deterioro de la toma de decisiones y de la función motora. Estos fármacos pueden ser especialmente peligrosos cuando se mezclan con alcohol, ya que la combinación puede provocar una depresión respiratoria mortal. Además, la retirada repentina de los barbitúricos puede provocar convulsiones, lo que pone de relieve la necesidad de una supervisión médica cuidadosa durante la interrupción.
Los tranquilizantes como el Valium y el Xanax se recetan habitualmente para aliviar la ansiedad y promover la relajación. En dosis más altas, pueden causar somnolencia y confusión, lo que perjudica aún más la función cognitiva. La combinación de tranquilizantes con alcohol es especialmente peligrosa, ya que potencia significativamente los efectos sedantes. Por ejemplo, mezclar Valium con alcohol puede provocar depresión respiratoria grave, pérdida de conocimiento o coma, lo que presenta riesgos potencialmente mortales.
Los opioides, otra clase de depresores, actúan sobre los receptores de endorfinas del cerebro, aliviando el dolor e induciendo la euforia. A pesar de sus beneficios terapéuticos en el tratamiento del dolor, los opioides son altamente adictivos y conllevan un riesgo sustancial de sobredosis. Las sobredosis son particularmente peligrosas cuando los opioides se combinan con alcohol, ya que esta mezcla puede suprimir la respiración hasta un grado letal.
Si bien los depresores, como los sedantes hipnóticos y los opioides, pueden ofrecer beneficios terapéuticos, su potencial de abuso y los graves riesgos asociados con su combinación subrayan la necesidad de un uso cauteloso y una supervisión médica atenta. Comprender los mecanismos y los peligros de estas sustancias es crucial para prevenir resultados adversos para la salud y garantizar un uso seguro.
Del capítulo 4:
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