La falta de sueño se refiere a no dormir la cantidad recomendada para un funcionamiento óptimo, incluso si es apenas menos de lo necesario. La falta de sueño puede deberse a decisiones relacionadas con el estilo de vida, como quedarse despierto hasta tarde para asistir a eventos sociales o al trabajo, lo que hace que se duerma menos de lo necesario de forma habitual. Por ejemplo, dormir sistemáticamente 6 horas cuando el cuerpo necesita entre 7 y 9 horas puede tener efectos acumulativos en la salud y el bienestar.
La falta de sueño es una forma más grave de pérdida de sueño que implica la falta de sueño durante noches enteras o una reducción significativa del tiempo de sueño. A menudo es consecuencia de circunstancias agudas, como pasar la noche en vela para exámenes o proyectos laborales. La falta de sueño puede provocar deterioro inmediato y profundo del rendimiento cognitivo y físico.
Tanto la falta de sueño como la falta de sueño afectan significativamente la salud mental y física, afectando a una amplia gama de funciones, desde las capacidades cognitivas hasta la estabilidad emocional. Los adultos necesitan dormir de 7 a 9 horas cada noche para funcionar de manera óptima, pero muchos adultos aún no logran satisfacer esta necesidad básica. Diversos factores que contribuyen a la falta de sueño, como la presión laboral, las obligaciones sociales y el uso prolongado de dispositivos electrónicos como teléfonos celulares, televisores y computadoras, interfieren en los patrones naturales de sueño.
La falta crónica de sueño conduce a un estado conocido como "deuda de sueño", cuyos efectos se acumulan con el tiempo y disminuyen el estado de alerta y la eficiencia mental. Las consecuencias inmediatas de perder una sola noche de sueño suelen ser sutiles: mayor irritabilidad y dificultad para concentrarse. Sin embargo, los efectos de varias noches de sueño deficiente son más profundos e incluyen graves deterioros cognitivos, como problemas de memoria, de toma de decisiones y tiempos de reacción más lentos.
Fisiológicamente, la falta de sueño está relacionada con graves problemas de salud. Aumenta el riesgo de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares. Se ha demostrado que la falta de sueño eleva las hormonas del estrés y la presión arterial, altera los niveles de glucosa y debilita el sistema inmunológico, lo que hace que las personas sean más susceptibles a las infecciones.
En el ámbito de la salud mental, la falta de sueño puede reflejar síntomas de depresión y reducir la satisfacción general con la vida. Las funciones cognitivas, en particular las que implican la toma de decisiones complejas y los juicios morales, se ven significativamente afectadas, de forma similar a los efectos que se observan en la intoxicación alcohólica.
Para reducir estos riesgos, es fundamental priorizar el sueño y mantener un horario de sueño regular. También puede resultar beneficioso adaptar los hábitos de vida para mejorar la calidad del sueño, como reducir la ingesta de cafeína y minimizar la exposición a la luz azul de las pantallas antes de acostarse. A medida que las investigaciones siguen subrayando la importancia del sueño, queda claro que, más que una noche de descanso, el sueño es una piedra angular de la salud y el bienestar.
Del capítulo 4:
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