Los estimulantes son sustancias que potencian la actividad neuronal y elevan los niveles de dopamina en el cerebro, lo que les confiere un carácter altamente adictivo. Entre estas drogas se encuentran la cocaína, las anfetaminas, el MDMA, la cafeína y la nicotina, cada una de ellas con mecanismos de acción distintos y diversas implicaciones para la salud.
La cocaína se puede administrar inhalando, inyectándose o fumándose. Su función principal es bloquear la recaptación de dopamina, lo que produce un estado de euforia caracterizado por una intensa sensación de felicidad y placer. Sin embargo, el consumo crónico de cocaína provoca graves daños en el cerebro y el cuerpo, que se manifiestan en forma de deterioro cognitivo, trastornos psicológicos y problemas cardiovasculares. La alteración de la regulación de la dopamina debido al consumo de cocaína pone de relieve su potencial de generar adicción y las profundas consecuencias a largo plazo para la salud asociadas a su abuso.
Las anfetaminas, incluida la metanfetamina, comparten un mecanismo similar al de la cocaína, ya que bloquean la recaptación de dopamina. Además, estimulan la liberación de dopamina, lo que mejora significativamente la actividad cerebral. La mayor estimulación neuronal atribuida a las anfetaminas puede provocar un mayor estado de alerta y energía. No obstante, su potencial de adicción y el consiguiente riesgo de daño neurológico y cardiovascular las convierten en sustancias peligrosas.
El MDMA, o éxtasis, también se clasifica como un alucinógeno y actúa como un estimulante suave que afecta tanto a los niveles de serotonina como de dopamina en el cerebro, induciendo efectos alucinógenos. Los usuarios a menudo experimentan un aumento de energía y placer, pero el uso prolongado de MDMA está vinculado a deterioros cognitivos a largo plazo. El doble impacto en los sistemas de serotonina y dopamina pone de relieve las complejas alteraciones neuroquímicas causadas por el MDMA y los riesgos asociados a su consumo.
La cafeína, que se encuentra en el café, el té y los refrescos, actúa bloqueando los receptores de adenosina, lo que reduce la somnolencia y aumenta el estado de alerta. Si bien el consumo moderado de cafeína se considera generalmente seguro, las dosis altas pueden provocar problemas de salud como insomnio, agitación y ritmo cardíaco irregular. El consumo generalizado de cafeína requiere que se conozcan sus posibles efectos adversos en niveles elevados.
La nicotina, el componente adictivo del tabaco, aumenta significativamente el riesgo de enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y cáncer. Su capacidad para inducir adicción se ve agravada por su presencia tanto en los cigarrillos tradicionales como en los productos de vapeo. El vapeo, en particular, se ha asociado con graves riesgos para la salud, incluido el daño pulmonar. Las implicaciones para la salud pública del consumo de nicotina, especialmente entre los jóvenes, siguen siendo una preocupación crítica debido a su naturaleza adictiva y los riesgos para la salud a largo plazo.
Si bien los estimulantes pueden mejorar la actividad cerebral y producir efectos placenteros, no se puede pasar por alto su potencial de generar adicción y riesgos sustanciales para la salud. Comprender los mecanismos y las consecuencias específicos de cada estimulante es fundamental para mitigar sus efectos adversos sobre la salud.
Del capítulo 4:
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