En un estudio en el que individuos que se hicieron pasar por desconocidos ofrecieron cumplidos y propusieron sexo casual a estudiantes, las respuestas difirieron significativamente según el género. Ninguna mujer aceptó la propuesta, mientras que el 70% de los hombres estuvo de acuerdo. Este resultado ofrece un escenario útil para explorar a través de la lente de la psicología evolutiva y la teoría del aprendizaje social, destacando las diversas perspectivas sobre las conductas sexuales humanas.
La psicología evolutiva ofrece una explicación de estos hallazgos, al sugerir que la selección natural ha moldeado a las mujeres para que sean selectivas con sus parejas sexuales. Esta selectividad tiene como objetivo optimizar la supervivencia y los resultados reproductivos, promoviendo la preservación y propagación de sus genes. Sin embargo, este campo de la psicología tiene sus críticos. Muchos sostienen que la psicología evolutiva a menudo adapta las causas a los efectos, moldeando las explicaciones para que se ajusten a puntos de vista preexistentes sobre los comportamientos humanos en lugar de surgir de observaciones imparciales.
Por otra parte, la teoría del aprendizaje social ofrece una explicación más pertinente. Según esta teoría, las personas aprenden a comportarse en situaciones específicas observando e imitando a otras personas de su cultura. Por ejemplo, las mujeres pueden aprender que los encuentros con hombres desconocidos pueden ser riesgosos, que el sexo casual puede no ser especialmente satisfactorio y que tener sexo casual puede dañar su reputación más que la de los hombres. Este punto de vista implica que tanto las mujeres como los hombres responden a los encuentros sexuales de acuerdo con conductas aprendidas culturalmente, y que los hombres posiblemente estén influidos por la idea de que los "hombres de verdad" deben aprovechar todas las oportunidades sexuales.
Además, la aplicación de la psicología evolutiva para explicar los comportamientos modernos plantea problemas éticos y prácticos. Por ejemplo, explicar la mala conducta de los hombres en las relaciones como producto de presiones evolutivas puede ser problemático, ya que se corre el riesgo de excusar conductas inapropiadas atribuyéndolas a tendencias innatas supuestamente seleccionadas a través de la evolución, lo que podría obstaculizar los esfuerzos por abordar y reformar dichas conductas. Además, no todos los rasgos y comportamientos pueden ser ventajosos o directamente explicables por la selección natural, como lo demuestran conductas no reproductivas como el suicidio.
Esta dicotomía entre la psicología evolutiva y la teoría del aprendizaje social a la hora de interpretar la conducta sexual humana pone de relieve la complejidad de las acciones y motivaciones humanas. El debate entre predisposiciones innatas y conductas aprendidas sigue estimulando debates tanto en círculos académicos como en aplicaciones prácticas, lo que refleja implicaciones sociales más amplias en relación con las normas de género, la conducta sexual y la responsabilidad personal.
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