Cuando los ácidos entran en contacto con el hormigón, inician una reacción química que disuelve la pasta de cemento hidratada. Este proceso provoca el ablandamiento y el debilitamiento estructural del hormigón. Este problema se observa con frecuencia en entornos como chimeneas, alcantarillas y entornos industriales. La gravedad del daño aumenta a medida que el pH del agua que interactúa con el hormigón desciende por debajo de 6,5. En particular, un pH inferior a 4,5 puede provocar daños importantes en el hormigón.
La velocidad a la que se difunden los iones de hidrógeno a través del gel de hormigón también afecta la velocidad del ataque ácido, especialmente después de que el hidróxido de calcio del hormigón se haya disuelto y lavado. Además, el agua con niveles de dióxido de carbono entre 15 y 60 partes por millón, como el agua helada derretida, puede degradar el hormigón, mientras que el agua con turba con más de 60 partes por millón de dióxido de carbono puede ser altamente corrosiva y posiblemente reducir el pH a alrededor de 4,4.
Incluso las aguas residuales domésticas pueden corroer el hormigón de las alcantarillas, especialmente en condiciones cálidas, cuando las bacterias anaeróbicas convierten los compuestos de azufre en sulfuro de hidrógeno. Para evitar este tipo de ataques ácidos, es beneficioso estabilizar el hidróxido de calcio con silicato de sodio diluido, que forma silicatos de calcio protectores en los poros del hormigón. Además de esto, los tratamientos de superficie como la brea de hulla, las pinturas bituminosas o de caucho y las resinas epoxi han demostrado ser eficaces para combatir los ataques ácidos generales.
Del capítulo 11:
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